

No había nada más importante que esas reuniones juveniles, llenas de ska y "punchis-punchis", en las que nos hidratábamos con refrescos de naranja, manzana y coca cola. Claro, era la forma de socializar y lucirse fuera del salón de clases, frente a otras personas que también podían ser algunos extraños a los que querías impresionar.
Ahora con toda la información de redes sociales solo basta una foto y un clic para subir toda nuestra vida a una de las redes sociales mas conocidas y tener guardado ese momento para siempre.
1. Las tardeadas
Lo peor del caso era que nos emocionábamos cuando sabíamos que habían elegido el salón más grande como pista de baile, y que estaría decorado con globos de colores, serpentinas y cartulinas negras para tapar las ventanas.
Era ese evento en el que podíamos hasta ligar con la persona que nos gustaba... Aunque, ahora que hacemos memoria, jamás sucedía.
2. Las fiestas de espuma
Estas fiestas con el Dj de la colonia eran la sensación.
Obviamente sólo iban los que se creían liberales y extremos.
3. Irse de pinta
Era divertido quedarse de ver con los amigos para caminar en la colonia vecina (para que tu familia no te viera) y poder disfrutar el día libre de escuela.
Lo malo era que el plan era ir a una plaza comercial y terminar en un parque con hambre porque no teníamos dinero ni para comprarnos un mísero helado.
4. Ir a casa de alguien "hacer un trabajo en equipo"
Hacíamos de todo, menos el dichoso trabajo en equipo.
El plan era llegar a casa de uno de nuestros compañeros cuyos padres estuvieran trabajando, comprar papas, chicharrones, cervezas y beber para marearnos en menos de cinco minutos.
5. Poner apodos
Aunque es mala onda, varios de nosotros lo llegamos a hacer.
Fue así como quedaron inmortalizadas algunas personas como "El bola", "El mocos", "El garrocha", "La Sindi".
6. Hacer acordeones
Éramos expertos en hacerlos y esconderlos detrás de las calculadoras científicas, en las plumas, armar minis resúmenes en las bancas y, las niñas, hasta en los muslos.
Lo peor es que a veces ni venía en el examen lo que anotábamos.
7. Hacer grupitos
Típico que no le hablábamos a todos los del salón y a la hora del receso nos la pasábamos sólo con aquellos valedores que creíamos dignos de juntarse con nosotros.
Nunca veíamos a otros grupitos mezclarse, era como una deslealtad.
8. Morbosear a la única o único profe atractivo (a)
No sabemos por qué pero en la secundaria era extraño toparse con profesores que estuvieran de buen ver.
Cuando sucedía, era una sorpresa y caíamos rendidos con la profesora de computación o el maestro de química.
9. Querer estar en la cooperativa
Era como sentirse útil en la vida.
Atender los puestecitos de la cooperativa era sentirse poderoso en la escuela, saber que tus amigos te verían ahí en el receso y poder ganar unos diez pesos al final.
10. Sentirse importante por hablarle a los de tercero
Se trataba de una situación jerárquica.
Si éramos de primero o segundo y le hablábamos a alguien más grande (aunque todos nos viéramos mocosos) significaba que teníamos otro nivel intelectual.
11. El chismógrafo
Si nunca resolvimos un chismógrafo en la secundaria quiere decir dos cosas: 1) que no éramos populares y 2) que tal vez tengamos un trauma.
El chismógrafo era el cuaderno que se iba rolando. Tenía una pregunta (personal y/o de cosas de la escuela) en cada hoja. Todos elegíamos un número para responder cada reactivo y así al final nos íbamos enterando de la vida de los otros.
12. Los reportes
Esta situación era incómoda cuando se trataba de llegar a casa con un reporte firmado por el prefecto, profesor o la dirección escolar.
Se trataba de un escrito que se quejaba de nosotros, sea por malas palabras, mala conducta, falta de responsabilidad o cualquier otro desacato. ¡A veces hasta había competencias para saber quién tenía más reportes en el salón
13. La foto grupal
Otra joya, si es que aún la tenemos en nuestra propiedad. La foto grupal era todo un acontecimiento en la escuela: Tener que pararse más temprano para peinarse y planchar el uniforme; después esperar una hora (o dos) hasta que el fotógrafo nos acomodara a todos de tal manera que no nos tapáramos entre nosotros.
La tercera parte era sonreír y repetir la foto como cinco veces. Años después recordamos ese momento y nos damos cuenta cuánto hemos crecido y qué habrá sido de varios de nuestros compañeros y maestros.

